
Entro en el Golden Point de la calle Goya nº 85, local en el que se venden medias, bragas y calcetines, con la banal aspiración de adquirir unos panties tupidos marrón oscuro.
-Buenos días
-Buenos días -me dice la dependienta.
-Verá usted, que quería yo unos panties tupidos marrón oscuro
-¿Como estos?
-Como estos. Me dé la talla L, por favor.
Me mira.
-Yo creo que deberías llevarte una M -me contesta, mientras rebusca en el cajetín la mentada talla.
-No, no, es que yo quiero una L
Me vuelve a mirar. Se vuelve hacia el cajetín
-Es que tu talla es una M... -me repite, mientras sigue afanada en localizar la citada talla.
-Pues... no, es que verás, yo quiero una L porque me es más cómoda.
Deja el cajetín. Se separa un paso. Me mira de arriba abajo, y de nuevo arriba.
-Es que tú debes de llevar una talla 38 o como mucho una 40. Y eso es una M.
-Ya. Pero es que yo quiero una L, de verdad -insisto, mientras empiezo a preguntarme dónde está la cámara.
Me mira con cierto desdén. Psch, exhala.
-Es que una L no es tu talla -me espeta, mientras se planta frente a mí con un gesto que parece decir "y a mí no me da la puta gana de venderte una L".
Empiezo a notarme nerviosa. Sé que en breve me aparecerá el tic en el ojo y una serie de improperios aparecerán cual bocadillo de viñeta en mi cerebelo. Me está poniendo a huevo que le conteste muy malamente.
-Ya. Pero es que verás, es que yo quiero comprar una [puta] L [,cojones], y supongo que si no me la dais aquí [,gilipollas,] tendré que irme a otro lado a buscarla [,coño ya].
Me mira como considerando si perdonarme la vida. Decido que en cuanto saque la puta L le voy a prender fuego con ella al local. Mira el cajetín con desgana.
-Pues L de este modelo no queda -me dice, desafiante.
-Pues confieso que me alegro -respondo, mientras giro sobre los talones y me marcho por donde vine.
Nivel de recomendación: 1