Harta de no nos queda, de ese precio del catálogo está mal, de dependientes con contrato temporal a los que lógicamente todo se la suda, de engaños, tretas y triquiñuelas, de sotas de bastos que no saben quién es el cliente, de justamente la oferta terminaba hoy, de ponga una queja en Consumo de donde nunca le llamará nadie, harta de todo eso y del precio de la gasolina y los inconvenientes de la cárcel, sólo vi una opción factible: cagarme en todo lo que se mueve a través de este su blog amigo.
Y tirar algún que otro piropo también, si se merece. Faltaría.

jueves, 11 de marzo de 2010

Café de Oriente

El Café de Oriente es, cómo les diría yo... es el Carolina de Mónaco de los restaurantes. Bueno, no, a principado no llega, sería más bien el Leandro Alfonso Ruiz Moragas de los restaurantes (aka Leandro Alfonso Borbón Ruiz desde 2003) quizá, que además le iría muy bien para el sitio donde está emplazado: mirando al Palacio Real.
En fin y para entendernos: el Café de Oriente es el restaurante pijo por definición que siempre quiso llegar a más y que, al final, y pese a lo desorbitado de sus precios, acaba nutriéndose de domingueros en éxtasis que han ahorrado para la ocasión y turistas norteños principalmente, los primeros de corbata, los segundos de sandalia y calcetines.


Bueno, pues ahí, a este lugar que acabo de describir, fuimos a cenar el pasado día 4 con Irene y Tommy, compañeros de fatigas en el inabarcable objetivo de cruzar Madrid de tour gastronómico.

Encontramos una oferta por Internet: "50% de descuento en el Menú Cocina de Vigilia". Chorrocientos primeros a elegir, bastantes segundos, vino y postre. 32 euros por persona (con el descuento ya considerado). "Bueno, pues habrá que probar el sacrosanto Café de Oriente", nos dijimos, y p'allá que fuimos.

Abreviaré:
Calidad de los platos: los míos y los de El que me acompaña, excelentes. Los de Irene y Tommy, algunos tenían pinta de valerlo más que otros. Pero el detalle estaba cuidado, eso sí.
Cantidad de los platos: escasita. No obstante, yo particularmente no me quedé con hambre (y eso que soy una tragaldabas), sobre todo por la acción y efecto del postre, que ocupa más que el primero y el segundo juntos, si me apuran.
Atención y servicio: muy bueno. El metre y los camareros atendían bien sin agobiar (me quito el sombrero, pues es una frontera siempre dificil de delimitar).
Ambientillo: la estética del local es muy "pura": guarda un estilo concreto (a excepción de las obras pictóricas que en cada momento expongan) que, amén de que te guste o no, es consecuente.

Resumiendo:
Nivel de recomendación: 4
Relación calidad precio: bien tirando a caro, bien por calidad y presentación, tirando a caro por "escasez".

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